De ese largo y escrupuloso informe, se desprende que el craneal, no es algo formal (no está bien). Ninguno de los estudios presentados (13 creo) consigue validación alguna. Nada demuestra que un cráneo se mueve; que el LCR (aunque reconocen que circula) tiene la más mínima  propiedad en particular, en todo caso, ninguna de las que le conceden los osteópatas craneales; que la compresión del cuarto ventrículo no tiene efecto alguno y que no sirve para nada; que la hipótesis de las membranas de tensión recíproca y del movimiento del sacro entre los iliacos es totalmente falsa. Prefiero callarme lo que dicen sobre el abordaje biodinámico y os dejo valorar la conclusión que sugieren (p. 141):

La manera en que los terapeutas y «teóricos» de la BOCF (Biodynamic Osteopathy in the Cranial Field) conciben la elaboración de los conocimientos dentro de su campo hace casi imposible cualquier evaluación intrínseca. Entre entidades no testables - casi religiosas y en parte mágicas, y elementos más que aleatorios tomados prestados de unos conceptos «cuánticos»; todo eso rodeado por un halo de un doble estándar de evaluación, nos parece que la BOCF es una suerte de mística de terapia, más que un procedimiento terapéutico propiamente dicho. […] Pensamos que los autores, como en muchas más terapias llamadas alternativas, han difuminado sus impresiones en una concepción intuitiva muy común, la del vitalismo del siglo XIX, teñido de  Filosofía de la Naturaleza (Natürfilosofía) alemana y de una modelización de la salud muy arcaica, tomada prestada de los pneumas galénicos por dos veces milenarios y de los fluidos vitales que han obstruido la medicina desde hace más de quince siglos. No es de extrañar que esta rama se inscriba en la bio dinamía, tomada prestada de forma evidente de Rudolf Steiner y de su antroposofía; y que, de hecho, arrastra con ella los grandes clásicos, como una transcendencia religiosa rodeada por un halo de jungismo, pero también un espiritualismo cuántico y unos trocitos de parapsicología.

Este caldo nocional encuentra en Francia un cierto éxito, que surfea sobre un ecologismo más o menos profundo y una polémica anti-ciencia muy en boga. Un poco de formación epistemológica y de prudencia en el manejo de los conceptos pondrá de manifiesto unas formas, voluntarias o no, de imposturas intelectuales flagrantes y un cierto populismo nocional, sobre las nociones de gen, de embriogénesis, de resonancia, de cuántica. La BOCF es un ejemplo de práctica « mágica » envuelta dentro de una doctrina metafísica.

¡Cómo se nota que los autores han disfrutado! Es evidente que hacen un esfuerzo desmesurado aquí para enmascarar su benevolencia hacia el concepto. Y en mi opinión, ¡lo consiguen bastante bien!

Por supuesto, no existe ninguna prueba de reproductibilidad: «Muy a nuestro pesar, no hemos encontrado ninguna prueba a favor de las reproductibilidades intra e inter-observadores de los procedimientos de evaluación provenientes de la osteopatía craneal. La mayoría de los estudios que existen y que están disponibles fracasan a la hora de evidenciar dichas reproductibilidades en todos los parámetros considerados; y ello pese a los riesgos de algunos trucos que con frecuencia son favorables a la producción de resultados positivos» (p. 195). Está bien, pero por favor, ¿cómo podríamos reproducir un acto que por naturaleza es relacional, es decir, que implica la integralidad de las dos personas (cuerpo, mente y ser)?

Y para concluir, finalmente, el método no presenta «ninguna eficacia demostrada» (p. 244).

Me quito el sombrero ante ustedes, Señoras y Señores, ¡he ahí un trabajo de profesionales! Me imagino que habrá requerido mucho tiempo, que habrá necesitado una inversión personal y probablemente económica. Y finalmente, aun habiendo acumulado todas esas conclusiones, ¿qué es lo que demuestra? Me temo que poca cosa, o en todo caso, no lo que se había propuesto demostrar.

  1. «En definitiva, sea cual sea la terminología que se utiliza (abordaje craneal en osteopatía, osteopatía en el ámbito craneal, osteopatía cráneo-sacra, etc.), los resultados de nuestras distintas revisiones y de nuestros análisis de la literatura científica, indican con claridad que las terapias que atañen las mismas, al día de hoy, están desprovistas de fundamento científico [soy yo quien pone en negrita]» (p. 244). Esto, Señoras y Señores, ¡lo sabemos desde hace mucho tiempo! ¡Gracias por haberlo demostrado de manera « ¡i-rre-fu-table! »!.

Pero, por favor, invirtamos las cosas: este trabajo muestra efectivamente que la osteopatía craneal (al igual que la osteopatía en general, pienso yo) no consigue inscribirse dentro del marco científico que se le quiere imponer. Demuestra, sobre todo, que el marco científico que unos quieren imponerle ¡a fin de cuentas, no le que conviene! Y de resultas, este considerable trabajo (gracias por haberlo hecho por nosotros) evidencia que usar una herramienta inadecuada para analizar algo, da unos resultados fantasiosos. ¡Y ello, queda demostrado perfectamente! Supongo que, bajo la apariencia de la objetividad, la pretensión desde el principio era demostrar que la osteopatía craneal no tiene ningún interés y es una insensatez. El objetivo ha sido alcanzado.

 Osteo science

Osteópata que busca desesperadamente hacer que entre la osteopatía 
dentro de un marco científico (dibujo de Jean-Charles André).

  1. «Esto pone de manifiesto una evidente incapacidad epistemológica de los fundadores, pero igualmente de sus continuadores que han seguido apilando unos ladrillos más o menos mal fabricados sobre un pantano sin punto de apoyo» (p. 244). ¡Ahí, tenéis toda la razón! Y la gran equivocación de los osteópatas ha sido el haberse empeñado (por motivos de reconocimiento) en inscribirse dentro de un marco que no les conviene, en lugar de hacer lo necesario para dotarse de unas herramientas epistemológicas adaptadas a su enfoque.

Esto debería estimularles a poner empeño, por fin, en dotarse de dicho marco epistemológico. Se deberían impulsar iniciativas como la del CIE – Centre Interdisciplinaire d’Éthique [Centro Interdisciplinario de Ética] (http://www.ucly.fr/cie-centre-interdisciplinaire-d-ethique-142871.kjsp).

  1. «Al no ser prescriptores de recomendaciones, nos hemos limitado a un análisis imparcial...» ¿Imparcial? Parece ser que esa palabra no tenga, para los redactores, el mismo sentido que para el diccionario... Lo que está escrito anteriormente acerca de la biodinámica está en flagrante contradicción con tal afirmación.
  1. «No hay nada hoy en día que motive el establecimiento de dichas terapias en el marco de un seguimiento razonado de pacientes» (p. 244). Aunque esta afirmación presenta un pequeño problema. Es decir que, pese a que no se aporten pruebas que satisfagan unos criterios «científicos» exigidos, la osteopatía craneal, con patente evidencia, ha ayudado y sigue ayudando a millones de personas en todo el mundo.

¡Es un hecho! ¿No entiendo por qué continuaría existiendo si no fuese útil? El hecho de que no pueda «demostrarlo» según unos criterios muy precisos, no basta para pretender que es inútil.

Siempre me entristece la incapacidad para aceptar que una práctica pueda ser eficaz y útil, aunque escape a los medios de investigación de un sistema. ¿Y si fuesen los medios de investigación así como los criterios aceptados los que se deberían replantear en lugar de la técnica?

No sabemos verdaderamente cómo y por qué funciona, ¡pero funciona! Negar esa evidencia es lo mismo que burlarse de los millones de personas que han recibido ayuda por parte de esa técnica y que, gracias a Dios, seguirán recibiéndola todavía mañana. Es como considerar a todos esos pacientes como unos «gogos[1] extáticos», para retomar las palabras ultrajantes de Jean-Marie Abrgall en su libro Les charlatans de la santé [Los charlatanes de la salud].

¡Qué falta de respeto para los pacientes considerar que son unos crédulos fáciles de engañar, incapaces de juzgar lo que es bueno para ellos! ¡Qué presunción, qué menosprecio al prójimo por parte de personas que se pretenden terapeutas! Esa incapacidad para observar y aceptar la evidencia, incluso cuando uno no la puede explicar, es una enfermedad grave y desgraciadamente incurable. Frente a ello, la mejor manera, pienso yo, es mantener nuestro rumbo y sobre todo trabajar para forjarnos unas herramientas de evaluación adaptadas.

Para terminar, hablemos de ética. Nos dicen que éticamente hablando, es chocante practicar un método que no ha demostrado su eficacia o su utilidad según ciertos criterios. Pero visto el número de pacientes que a diario han recibido ayuda mediante la utilización de ese abordaje, ¡a nivel ético, en mi opinión, sería más chocante todavía dejar de utilizarlo!

[1] Gogo. m. Fam. En francés, persona crédula, fácil de engañar. (c) Larousse.

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