Ser osteópata 1
A más de una o de uno, la pregunta podrá parecerle descabellada, incluso estrafalaria. ¿Ser osteópata? ¡Pues claro!, es tener un título de osteopatía y ejercer la profesión que le corresponde. ¡Obvio! Posiblemente esta pregunta merece mayor reflexión de lo que parece. Tener el título, ¿verdaderamente es ser osteópata?
Digamos que hoy en día tener el título es un prerrequisito indispensable para tener el derecho de presentarse como osteópata y de ejercer legalmente la profesión. Pero, ¿es esto suficiente para ser osteópata? No estoy seguro, en especial debido a que por un montón de razones, ligadas en particular al reconocimiento, las formaciones actuales a la osteopatía enseñan a hacer al osteópata o a hacer osteopatía; es decir, a emplear un cierto número de procedimientos y de técnicas consideradas como osteopáticas. Pero, ¿es lo mismo que ser osteópata? No lo creo.
Para ayudar a comprender mejor lo que deseo expresar, voy a recurrir al modelo conceptual de los tres niveles de funcionamiento fundamentales de la vida, que son ser, hacer y tener, o si preferís, partir de la idea de que somos seres que hacemos para tener. A nivel del ser está la causa y a nivel del tener, el efecto. Esto coincide, por cierto, con la ley de la causa al efecto, uno de los fundamentos de la osteopatía de Still.
Un tal Andrew Taylor Still
¿Still? Quiero hablar de Andrew Taylor Still (1828-1917), ese extraño personaje del cual, hoy en día, ya casi no se habla y que fundó la osteopatía hace unos 150 años, en Estado Unidos. Releyendo sus textos y particularmente, Filosofía de la osteopatía y Filosofía y principios mecánicos de la osteopatía, en seguida nos percatamos de que no buscó mostrarnos cómo hacer la osteopatía, sino, sobre todo, cómo ser osteópata. Esto quiere decir que ser osteópata, no es fundamentalmente una cuestión de actuaciones (hacer), sino una cuestión de filosofía (ser). Además, probablemente por esta razón, Still describió pocas técnicas, insistiendo mucho más en la actitud y el razonamiento del terapeuta osteópata.
Así, lo que caracteriza a un osteópata no es la o las técnicas que practica, sino el respeto de los fundamentos filosóficos de la osteopatía. De hecho, la principal originalidad de la osteopatía en relación a otros abordajes, especialmente los médicos, es, justamente, el apoyarse en una filosofía.
¿Qué significado podemos dar a la palabra filosofía? Digamos que aquí se trata de una concepción general, de una visión del mundo, un conjunto de principios que sirven como guía. La filosofía osteopática esencialmente está ligada a la manera en la que consideramos al ser humano. Sobre estas interrogantes, Still es muy claro:
« [...] y después de todas estas explicaciones, debemos resolver que el hombre, cuando es completo, es trino.
En primer lugar, el cuerpo material; en segundo, el ser espiritual; y, en tercer lugar, un ser de pensamiento con creces superior a todos los movimientos vitales y a las formas materiales, cuyo deber es dirigir sabiamente este gran mecanismo de vida» (Still, 2009, 39).
Esta afirmación confirma uno de los conceptos filosóficos claves de la osteopatía como es la globalidad. Esta palabra, expresada de otra forma como holismo, nos invita a considerar al ser humano como un conjunto inseparable. Pero, ¿dónde se detiene dicha globalidad? ¿Se trata de una simple globalidad física en la cual se reconoce que, en el cuerpo humano, el todo vale más que la suma de las partes, que la menor cosa vivida por una parte repercute en el conjunto, lo que lleva a estudiar las relaciones entre las partes y a salir del concepto de especialización típico de la medicina actual? Digamos, pues, que ahí tenemos un inicio de globalidad y que, en relación al abordaje médico actual, este concepto ya constituye un gran paso adelante, una revolución incluso.
Pero, ¿la globalidad se detiene en el cuerpo físico? Para Still, indudablemente, un ser humano es más que un cuerpo. También es un ser mental (en inglés, mind) y tal vez también un ser de naturaleza espiritual (spirit, en inglés).
Ahora bien, por razones de reconocimiento, la enseñanza actual de la osteopatía se ha inscrito en la vía médica, hoy en día, decididamente materialista: el ser humano es un cuerpo físico. Como mucho, se acepta que tenga una mente y que algunas enfermedades puedan estar relacionadas con ella. Además, incluso a nivel corporal, la medicina está en perpetua ruptura con la globalidad.
Ello repercute forzosamente en la manera en la que los osteópatas son formados hoy en día, vemos muy bien que no se hace énfasis en el aspecto filosófico, sino en la práctica técnica. Por tanto, los jóvenes titulados son en su mayoría unos «hacedores» de osteopatía, pero no verdaderos osteópatas: no viven la filosofía osteopática, sino que practican unas técnicas de osteopatía.
El humano, una mente y un espíritu
En cambio, aunque Still no para de evocar esas otras dimensiones del ser humano, él no nos propone casi nada práctico para ir más allá de la globalidad física corporal y poder vivir realmente esas otras dimensiones de la osteopatía. Él las vivía, sin la menor duda, pero no supo o pudo transmitirlas de manera práctica.
Littlejohn fue un poco más lejos, en especial con su insistencia en el aspecto relacional de la vida, que lo llevó a considerar no sólo al paciente como una globalidad corporal, sino, igualmente, su relación con una globalidad más amplia, la de su entorno, en lo que concierne, por ejemplo, a su alimentación (nutrición) y a sus relaciones familiares y sociales.
Las condiciones que existen en el seno del organismo deben ser compatibles con el equilibrio del conjunto del organismo en relación a sí mismo y a su entorno. Es por lo que el problema de la terapéutica no se limita a un ejercicio experto del curanderismo, o a algún estiramiento muscular; reside en el uso de los medios que encontramos en el mismo organismo para llevarlo a una relación correcta consigo mismo y con su entorno. Ese principio global nos brinda un fundamento sólido sobre el cual establecer un sistema terapéutico. Ello incluye una cantidad de conocimientos científicos, compatible con los detalles del sistema, capaz de ser comparado con otros sistemas, con el fin de demostrar cuál es el mejor sistema (Littlejohn, 1974, 14-15).
Ahora bien, y aunque él mismo recibió una formación religiosa de las más completas (era pastor presbiteriano), casi nunca habla de la dimensión espiritual de la osteopatía. Al contrario, se desmarca de ella.
Las manipulaciones científicas son la base de la terapéutica osteopática. Nosotros no tenemos ninguna afinidad con el masajista que manipula bajo control médico, ni con el hipnotizador que manipula a su paciente bajo dependencia verbal. No hay nada de sobrenatural, de místico, ni de misterioso en nuestras manipulaciones. No hay ninguna brujería, ni ninguna magia; ninguna influencia secreta que se ejerza o que emane de la mano o del cuerpo de aquél que trabaja sobre el cuerpo de su paciente (Littlejohn, 1900, 2).
Igualmente, Sutherland fue más lejos, pero incluso aunque es muy claro en cuanto a la dimensión espiritual de la osteopatía, tampoco nos da muchas precisiones sobre la manera de ponerla en práctica.
A menudo he dicho que en osteopatía hemos perdido algo que el Dr. Still había tratado de comprender. Es el aspecto espiritual que él incorporaba a la ciencia de la osteopatía. ¡No hablo del mundo de los espíritus! Quiero hablar del aspecto espiritual, que le vino directamente de su Creador en el transcurso de uno de los periodos más tristes de su vida, mientras que dirigía un sincero rezo a su Creador, no al mundo de los espíritus2 . Lo que recibió, es el concepto de la osteopatía. ¿Qué decía el Dr. Still a propósito de ello? “Ella me ha sido revelada, como otras verdades destinadas a beneficiar a la humanidad”. Leed su obra Investigación y Práctica y advertid el número de veces en las que hace referencia a su Creador, al Gran Arquitecto, etc. Él solicita constantemente vuestra atención sobre este punto (Sutherland, 2017, 364-365).
Para mí, es Rollin Becker el personaje clave en la evolución de la perspectiva del osteópata sobre su paciente. Le debemos un avance capital en el reconocimiento y el uso de la espiritualidad en la práctica de la osteopatía. En L’immobilité de la vie (La inmovilidad de la vida), dice que, en un momento de su vida, debió replantearse casi todo lo que había aprendido en su formación en la escuela de Kirksville (su hacer):
[...] Durante ocho años, utilicé la osteopatía manipulativa tal como la había aprendido en las clases de la escuela y en los seminarios de postgrado, y de su utilización estuve especialmente decepcionado, puesto que no podía ni controlar ni saber por qué los casos alcanzaban o no la mejoría que yo esperaba. Impulsado por esta desilusión, retomé la Autobiografía de Still y volví a estudiar sus principios de base. Dos años más tarde, en 1944, guiado por el Dr. Sutherland, estudié minuciosamente la anatomía y la fisiología del mecanismo cráneo-sacro, completando así mi conocimiento de la totalidad de la fisiología corporal. Progresivamente he ido desarrollando el tipo de diagnóstico y de abordaje terapéutico que hoy en día utilizo (Becker, 2013, 281-282).
Consiguió integrar en la práctica la visión espiritual de la osteopatía y así poder enseñarla. Ello se describe ampliamente en La inmovilidad de la vida, la segunda obra de sus escritos reunidos por Rachel E. Brooks. Es probable que en aquello fuese ayudado por su encuentro con un swami3 americano, Swami Chetanananda, junto al cual aprendió la meditación. En el prefacio, Rachel Brooks, que se codeó con Becker, escribe esto:
Mi profunda gratitud para quienes me han enseñado, Swami Chetanananda y Rollin Becker. La gran afinidad y el gran respeto que el uno tenía por el otro han creado para mí un camino extraordinario sobre el que avanzar; ellos han inspirado todo este trabajo (Becker, 2013, 11).
Bajo el título Dynamic Stillness (Quietud Dinámica), Chetanananda ha escrito dos obras que presentan su práctica (el trika yoga), y al inicio de esos dos tomos, escribe la siguiente dedicatoria:
Este libro está dedicado a Rollin E. Becker, cuya obra yo aprecio particularmente. Él ha servido profundamente a la humanidad al demostrar a miles de personas el potencial curativo de la Inmovilidad dinámica. Gracias Dr. Becker (Chetanananda, 1990, 6).
Cuando me puse en contacto con la editorial Rudra Press, los editores de Dynamic Stillness, con miras a realizar una traducción francesa de la obra, es Tom Fabrizzio, su manager, quien me respondió. En el transcurso de nuestros intercambios de correos electrónicos, le pregunté si disponía de algunas informaciones sobre los vínculos que unían a Becker y a Chetanananda. He aquí lo que me respondió:
En lo que concierne al Dr. Becker, sí, Swamiji y él devinieron muy cercanos y mantuvieron muchas conversaciones. De hecho, las cenizas del Dr. Becker se depositaron aquí, en nuestro lugar. Puedo ver su ubicación desde mi ventana.
El Dr. Becker era un hombre interesante. Nunca hablaba mucho. Se contentaba con tratar. Cuando Swamiji4 le consultó y vio (más bien sintió) la potencia de su trabajo, se interesó por aquello. Pienso que es debido a los flujos de energía y a la liberación de las tensiones (bloqueos), así como al hecho de que vuestro sistema (la osteopatía) posee en sí mismo todos los poderes curativos, aunque necesite de cierta promoción y apoyos5 .
Así, un día en el que el Dr. Becker había terminado la sesión que daba a Swamiji, el primero le dijo algo como: “Advierto que se interesa por lo que yo hago” - con un tono interrogativo. Le propuso a Swamiji una taza de café (un día me propuso otra a mí, y era uno de los peores cafés que he bebido...) y hablaron durante dos horas.
Una estrecha relación se desarrolló entre ellos. El Dr. Becker realmente acompañó a Swamiji en su trabajo – como, por cierto, lo hizo con los médicos que trabajan aquí, en el ashram. El Dr. Becker venía a visitarnos con frecuencia.
Desde mi óptica, no me cabe duda alguna de que la verdad del mecanismo energético se reveló mediante caminos totalmente diferentes (Chetanananda, 1990, 9-10).
No es el propósito de este corto texto el evocar en detalle el planteamiento de Rollin Becker. Para ello basta con leer sus obras6 .
Su forma de proceder hizo nacer un concepto eminentemente espiritual, el Compañero Silencioso7 . Para mí, el abordaje tisular es heredero de los trabajos de Rollin Becker.
Fragmentación de la osteopatía
Para terminar, querido lector, quizás adviertas que sistemáticamente utilizo la terminología abordaje tisular de la osteopatía y no tanto osteopatía tisular. Simplemente porque la osteopatía no es tisular, tampoco es estructural, craneal, fascial, visceral, biodinámica, etc. La osteopatía es una, indivisible y global. Somos nosotros quienes la troceamos ya que no logramos considerarla y practicarla en su totalidad.
El abandono del aspecto filosófico de la osteopatía, motivado, entre otras razones, por el reconocimiento, lleva a considerarla y a vivirla con los mismos criterios que la medicina materialista clásica, en particular, recurriendo a la división y a la especialización. Hoy en día, ya no se enseña la osteopatía, se enseña craneal, estructural, visceral, etc.
Ahora bien, la osteopatía es una e indivisible ya que, justamente, es una filosofía, por tanto, una manera de contemplar al ser humano en su relación con el mundo. Decir que «yo practico la osteopatía estructural», «craneal» o «funcional» es incorrecto, porque detrás de ello se deja entender que hay múltiples osteopatías, lo cual es falso. No hay más que una, basada en unos conceptos filosóficos conocidos.
En lo referente a esta dificultad, recurro con frecuencia a Gregory Bateson8, quien compara el estudio de un tema complejo al examen de una obra de arte hecho por un visitante de un museo:
[...] que nunca consigue poder ver a la vez la cara y la espalda de una estatua; colocado por detrás de la estatua, por ejemplo, no será capaz de prever la expresión del rostro hasta que no lo haya visto de frente. Para obtener una impresión completa, necesita dar vueltas alrededor de la estatua y, mientras que se desplaza, una nueva perspectiva se abrirá a cada paso, hasta que la combinación de todas las impresiones, ponga a este visitante en condiciones de construir por sí mismo un modelo reducido del personaje de mármol. Las cosas se complican si consideramos que todos los visitantes no acuden al museo con las mismas intenciones. Algunos no buscan más que llevarse una impresión superficial de los tesoros que allí se encuentran; otros quieren emprender estudios detallados a fin de prepararse para una carrera artística; los hay que quieren conocer a gente que comparte sus mismos intereses. Así, según sus intenciones, cada una de las personas reunidas alrededor de la estatua podría retener una imagen distinta del modelo de mármol (Bateson, 1988, 39).
Así pues, ¿tantos osteópatas, tantas osteopatías? Aparentemente sí, pero sólo aparentemente. Sería más adecuado decir, tantos osteópatas, tantas maneras de experimentar y de vivir la osteopatía. No es lo mismo. Y puesto que recurrimos a la metáfora del punto de vista, entonces podemos comprender con facilidad que ciertos puntos de vista puedan dar una imagen o una experiencia más completas y satisfactorias que otros. La distancia y la altura, en particular, permiten que veamos las cosas de manera más global; y, por tanto, que nos acerquemos un poco más a la realidad concreta de lo que observamos. En ese sentido, me siento heredero de Still:
En este punto, deseo posponer para más adelante la investigación de las partes y los detalles del mecanismo, y colocar mi telescopio en una posición más elevada para una observación general, con el propósito de conseguir un mejor conocimiento de los «cómos y porqués» del trabajo de ese producto del espíritu del Infinito. Tengo la sensación de que veinticinco años de un constante estudio de las distintas partes del hombre, separadas y combinadas, me han preparado lo suficiente para afrontar el nivel superior en el estudio de las leyes activas de la vida para indagar sobre el «cómo y porqué» de las obras o de los infortunios del ser (humano) en su totalidad (Still, 2017, 236).
Lo que acabo de escribir podría parecer bien decepcionante a los jóvenes colegas que salen de las escuelas y hacer que piensen que nunca serán osteópatas... De hecho, eso depende de ellos. ¿Qué escogerán una vez salgan de la escuela? Conformarse con aquello que han aprendido y simplemente hacer osteopatía, o bien, comprometerse como lo han hecho los que les precedieron, en una vía de investigación, de estudio y de crecimiento personales que les permitirá acceder al ser-osteópata.Me gusta esta cita extraída de la obra de Robert Lever, un osteópata inglés:
Se podría decir que la osteopatía sólo existe cuando es ‘practicada’. En tanto que ella no se enraíce en nuestra humanidad o en la humanidad de sus intérpretes, permanecerá como una abstracción. A semejanza de la música, puede basarse en la teoría, en la técnica, en un “contexto”, pero en cierto momento, la interpretación debe transformarse en algo más grande, se trate de una música que nos llega profundamente o de un tratamiento que penetra y sana. En el mejor de sus tratamientos, cada osteópata introduce algo que es único a la práctica, que se expresa de manera totalmente individual (Lever, 2014, 21).
Eso viene a decir que no se es osteópata de la noche a la mañana. Se accede progresivamente a ese estado de ser, en función de nuestra madurez personal, de nuestras indagaciones, de nuestros descubrimientos, de nuestras experimentaciones. Es el trabajo de toda una vida.
Bibliografía
Bateson, Gregory; Ruesch, Jurgen, 1988. Communication et société. Paris : Le Seuil, 350 p., ISBN : 2-02-029335-3.
Chetanananda, Swami, Immobilité dynamique, traducido y editado par P. Tricot, 1990, 278 p., ISBN : 978-2-9509175-5-3.
Lever Robert, Au point-repos d’un monde tournant, Sully, Vannes, 2014, 265 p. ISBN : 978-2- 35432-088-1.
Littlejohn, John Martin : Une vue nouvelle de la science de la thérapeutique, Discurso dado delante de la Société des Sciences de Londres, el 17 de junio de 1900. Extraído de: T. Edward Hall, John Wernham, The Contribution of John Martin Littlejohn to osteopathy, The Maidstone Osteopathic Clinic, Centenary Edition 1974-1974, p. 11-17 – Traducido del inglés por Pierre Tricot, julio 1999.
John Martin Littlejohn : Notes sur les principes de l’ostéopathie. Clinique ostéopathique de Maidstone, édition du centenaire, Maidstone, 1974.
Still, Andrew Taylor, 2017. Autobiographie – Edición revisada. Sully, Vannes, 464 p., ISBN: 978- 2-35432-207-6.
Still, Andrew Taylor, 2001. Ostéopathie, recherche et pratique. Sully, Vannes, 314 p., ISBN: 2- 911074-29-7.
Still, Andrew Taylor, 2003. Philosophie de l’ostéopathie. Sully, Vannes, 320 p., ISBN : 2-911074- 64-5.
Still, Andrew Taylor, 2009. Philosophie et principes mécaniques de l’ostéopathie. Sully, Vannes, 370 p., ISBN : 978-235432-037-9.
Sutherland, William Garner, 2017. Contributions de pensée. Sully, Vannes, 432 p., ISBN: 978-2- 35432-217-5.
[1]Del blog de Pierre Tricot, agosto 2018. Traducido por Miguel Hernández Callejo y Juan Bañuls Puig, mayo 2020.
[2]Durante la primavera de 1864, y pese a todos los esfuerzos desplegados por el pastor y el médico, a tres de los hijos del Dr. Still se los llevó una meningitis cerebroespinal. En aquel periodo, el Dr. Still vivió una crisis espiritual, cuya resolución acarreó, diez años más tarde, el nacimiento de la osteopatía. Ver Still, Autobiografía, p. 87-88 y 303-304
[3] Título de respeto a un maestro espiritual, cuyo significado es: aquel que es el amo de su propio Ser. Un gurú o maestro auto- realizado que guía a otros hacia su propia realización (N. del T.).
[4] El término -ji es un sufijo Hindi común, usado para mostrar respeto y cariño, por lo que Swami-ji significa maestro respetado de la Realización (N. del T.).
[5] Tom Fabrizzio hace referencia a la osteopatía americana, más bien confidencial y poco practicada, incluso por los osteópatas americanos, cuya mayoría se limita a ejercer la medicina clásica.
[6] Están traducidas al francés, pero no al español (N. del T.).
[7] Sobre el asunto, leer el texto Compañero silencioso y abordaje tisular, en el blog de Juan Bañuls (N. del T.).
[8] Gregory Bateson (1904-1980): Biólogo y antropólogo, con amplía vocación por el dialogo interdisciplinario que lo llevó a trabajar en campos como la ecología, la psiquiatría, la psicología, la lingüística, la comunicación y la sociología. Entre 1917 y 1921, estudió zoología en la Charterhouse School de Londres y, posteriormente, biología en el St. John’s College de Cambridge. Combinó estos primeros estudios con un trabajo de campo inicialmente en Nueva Guinea y luego en Bali, con su entonces esposa la prestigiosa antropóloga Margaret Mead. Tras recorrer el mundo a través de su amplia actividad como antropólogo e investigador, viajó a California, donde se unió a la Escuela de Palo Alto y al Mental Research Institute (MRI), se trasladó a Estados Unidos en 1939, país del que se convirtió en ciudadano en 1956. Ya en California, en 1949 inició su actividad en la Langley-Porter Clinic de San Francisco como investigador asociado en Psiquiatría y Comunicaciones. Si bien Bateson no formó parte del grupo de profesionales del Mental Research Institute de Palo Alto, tuvo desde su inicio, en 1959, un amplio contacto e intercambio profesional. En 1964 se instaló en Hawái, donde fue nombrado jefe del departamento de biología del Oceanic Institute de Waimanalo. Entre 1972 y 1978 fue profesor de antropología y etnografía en la Universidad de California. Sus últimos años de vida transcurrieron en el Esalen Institute de California (N. del T.).